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sábado, 9 de diciembre de 2017

¡¡VIVA LA IMPERFECCIÓN!!

¡Viva la imperfección! Así se titula una entrada en el blog del Profesor de business Antonio Argandoña (link). Me parece una buena reflexión para los directivos de instituciones educativas, en esta  época de fin de año académico, en el hemisferio sur.


¿Por qué estos días hay bastantes directivos al borde del burn out o al menos  del stress excesivo?
Las fiestas de fin de curso, las graduaciones y despedidas, y finalmente el afán de cerrar el año “como a mí me gusta, que todo salga perfecto”, pueden resultar una presión inaguantable.

Las instituciones educativas son organizaciones muy complejas, porque reúnen a cientos o miles de personas en interacciones personales intensas. Si el directivo pretende que todo resulte como a  él le parece, se convierte en un dictador perfeccionista insoportable. Estas instituciones no son empresas individuales, son comunidades de aprendizaje que requieren de la participación de muchos, que las tienen que sentir como propias. Cada miembro debería poder aportar su iniciativa y responsabilidad. El papel clave del directivo es dirigir, no hacer todo. Tiene que dar las reglas con claridad, para que cada persona se pueda mover a gusto, sabiendo cuándo tiene que dar cuenta, consultar o preguntar. Por supuesto que todos nos podemos equivocar, y nos deben señalar el error pero sin humillar, con buenos modos, a solas.

El directivo escolar obsesivo, por quien tiene que pasar toda decisión grande o pequeña, no solo termina quemado él , sino que agota a sus colaboradores.

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